
Nigeria reabre sus escuelas sin alumnos en las aulas
El conflicto armado pone la educación de millones de niños en el punto de mira

USAID Digital Development (Flickr)
LAIA RUBIA
Barcelona
Tras un 2020 de crisis sanitaria y ataques terroristas, la reapertura de los centros educativos del este africano no garantiza la llegada de los alumnos a las aulas. Con el noreste de Nigeria como principal objetivo, grupos no gubernamentales y conflictos armados por la posesión de la tierra han amenazado la infancia de millones de niños, ahuyentando uno de los pocos derechos prevalecientes en el estado, la educación. Más de 60.000 personas fueron desalojadas forzosamente de sus viviendas, más de 2.000 escuelas cerradas en Nigeria, Camerún, Chad y Níger, cientos de ellas han sufrido ataques, saqueos o incendios.
La violencia tomó el poder a principios de los 2000, con el surgimiento del grupo terrorista Boko Haram que, firme en sus convicciones, continúa todavía defendiendo una educación secular y abogando por la imposición de una interpretación estricta de la ley islámica. Justificando los sangrientos medios con el fin de llegar a una estricta imposición, el grupo terrorista ha ocasionado la pérdida de centenares de profesores, a la vez que ha sido responsable de numerosos secuestros escolares. "En el noreste de Nigeria, particularmente en Borno, la gente ha soportado más de una década de conflicto" afirma Médicos Sin Fronteras. El enfrentamiento entre este mismo grupo y el Estado Islámico en la Provincia de África Occidental frente a las fuerzas armadas de Nigeria conduce diariamente a miles de desplazamientos masivos.
2014 marcó un punto álgido con el mediático rapto de 278 niñas en un internado de Chibok, este sería tan solo el inicio de un porvenir trágico. Actualmente, el número de desaparecidos no deja de aumentar y las cifras reflejan una de las crisis humanitarias de mayor gravedad. "Los niveles de violencia contra las personas en la región del noroeste de Nigeria aumentaron considerablemente en 2022 por los grupos armados que mataban, saqueaban y secuestraban frecuentemente a cambio de rescates, y provocaron que más de un millón de personas huyeran de sus casas".
El reclutamiento infantil, de la mano del matrimonio juvenil, ha sido otro de los grandes agravantes de la situación en el noreste del país. Además, según Oxfam International, un total de 112 millones de personas viven en pobreza extrema con menos de 1,9 dólares al día. La suma de todos estos factores resulta en una necesidad prematura en lo que a la entrada al mercado laboral se refiere, así como una extrema discriminación del sector educativo entendido como un privilegio prescindible. Ante desdichados porcentajes, los estudios pronostican un empeoramiento futuro, ya que "antes de la pandemia la zona (el este y el centro de África) ya contaba con uno de los más elevados índices de exclusión educativa, con más de una quinta parte de los niños de entre 6 y 11 años fuera de la escuela", establece un reciente informe de Save the Children.
El COVID-19 se sumó a la crítica situación de un país que vive en sus propias carnes epidemias de manera recurrente, el cólera sigue amenazando hoy en día la supervivencia de sus habitantes con más de 10 000 casos tanto sospechosos como confirmados. El noma y la fiebre Lassa ponen en primera línea de riesgo a los niños, con suma vulnerabilidad los mismos padecen recurrentemente de enfermedades desatendidas. Es esta misma vulnerabilidad la que se intensifica en la figura de la mujer. En un contexto de desesperación, las niñas se han convertido, de nuevo, en la principal víctima. Desde las edades más primerizas, miles han padecido las consecuencias de agrupaciones radicales. Los abusos y la violencia de género son otros de los porcentajes que sobrepasan los límites, más aún si se tiene en cuenta que aproximadamente la mitad de la población es menor de edad.
Si bien son varias las asociaciones que trabajan a diario para encontrar una solución al declive educativo, la zona prevalece en una inestabilidad interminable. Las familias se han visto obligadas a huir y las constantes preocupaciones sanitarias han derivado en un efecto dominó que ha derribado finalmente una de las piezas claves para el futuro del territorio, la educación. Según los datos de UNICEF, en 2050 uno de cada trece nacimientos ocurrirá en Nigeria, predicción que entra en conflicto con la escasez económica de la zona. Así pues, una sociedad rejuvenecida se ve y continuará viéndose obligada a afrontar un complejo panorama tanto político como social sin recursos suficientes, sin la garantía de una formación segura libre de enfrentamientos.