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"O hacemos un salto evolutivo ya, o nos extinguimos"

La neurocientífica Anna Carballo sostiene que del error podemos aprender más y mejor

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LAIA RUBIA

Barcelona

Anna Carballo, profesora de psicología en la Universidad Internacional de Cataluña (UIC) y doctora en neurociencias. Con las redes sociales y la educación como punto de partida de las nuevas generaciones, Carballo ofrece una visión optimista a la vez que realista de una sociedad que rechaza un fracaso presente en su día a día. 

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Tienes un doctorado en neurociencias, un máster en dificultades de aprendizaje y un postgrado en rehabilitación cognitiva, ¿De dónde viene tu devoción por el estudio exhaustivo de la psicología y la docencia?

Bueno, pues seguramente tenga mucho que ver con temas de personalidad, hay personas a las que nos encanta seguir aprendiendo a lo largo y ancho de la vida, sobre todo cuando aprender para ti ha sido satisfactorio, cuando vives el gozo, la satisfacción que comporta el saber que uno mismo puede seguir desarrollando sus habilidades. De hecho, tengo 40 años y sigo estudiando, sigo haciendo ahora un máster de trauma. Yo creo que las ganas de aprender, de seguir creciendo es intrínseco del ser humano.

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¿El fracaso siempre ha estado estigmatizado, siempre ha sido rechazado por el ser humano?

No, por el ser humano no, por nuestra cultura. Es muy fuerte, hay otros países en los que si tú vas a una entrevista de trabajo y cuentas que has montado dos empresas y que las dos las has tenido que cerrar valoran muchísimo la experiencia de aprendizaje que has tenido consecuentemente. En cambio, aquí si has montado dos empresas y las has cerrado, eres un loser, eres un perdedor. Está muy estigmatizado el fracaso en nuestra cultura y es una pena porque realmente es del error que podemos aprender más y mejor. Está muy penalizado también a nivel educativo, a nivel laboral, los jefes en general muchas veces te dicen lo que haces mal, no lo que haces bien, o las familias siempre castigan a los niños porque se han portado mal y no les felicitan por lo bien que se portan.

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El fracaso escolar y laboral son dos grandes factores sociales, ¿A qué crees que se debe las altas tasas de fracaso escolar?

Tiene mucho que ver con el fracaso en sí mismo. Cuando una persona de forma reiterada y repetitiva asocia las experiencias de aprendizaje con el fracaso, con el estrés, con el "no llego", con el "los demás pueden y yo no puedo", "soy tonto/a", "soy defectuoso/a", es fácil entrar en lo que en psicología se conoce como una indefensión aprendida. Es decir, cuando experiencias repetidas de fracaso te enseñan que hagas lo que hagas vas a fracasar. La experiencia previa es el factor más determinante para las expectativas de autoeficacia. Esto justamente se fundamenta en los primeros años de infancia y adolescencia; en la edad adulta los fracasos quizás ya no son tan determinantes, pero cuando estamos construyendo nuestra identidad y nuestra autoestima sí son determinantes.

 

¿Tiene que ver con el enfoque del sistema educativo?

Tiene que ver con las sociedades occidentalizadas, con los estilos de crianza, con la bajísima tolerancia a la frustración, con la introducción tan temprana a las pantallas, a las redes sociales. Con la incapacidad para demorar una gratificación, lo queremos todo aquí, ahora, ya, porque Amazon me lo trae mañana, no tengo ni siquiera que esperar una semana para ir a buscar nada. No hay para nada cultura del esfuerzo, no hay la satisfacción que comporta el haberte esforzado por algo. Aunque son miles los factores que influyen, el sistema educativo evidentemente falla. Cuando tenemos una tasa de abandono escolar tan elevada lo que falla es el sistema, no los alumnos, pero el mismo sistema está metido dentro de un montón de condicionantes más que no permiten atender adecuadamente a sus alumnos.

 

Cada vez es mayor la necesidad de una larga lista de estudios a la hora de acceder a puestos de trabajo ¿A qué se debe este aumento en lo que a la exigencia se refiere?

La titulitis ha ido a más con los años, no puedo evitar pensar que también hay ciertos intereses económicos en que el alumnado tenga que seguir formándose y sacándose más títulos. Al final, tienes que hacer un grado de 4 años cuando en el resto de Europa es de 3 años. Después tienes que hacer un máster profesionalizador, luego tienes que pasar por otro sitio, durante todos esos años el alumno sigue siendo un cliente, sigue pagando unas tasas, pagando unos estudios. Por lo tanto, hay intereses económicos seguro.

Supongo que también hay un tema de selección. Como cada vez la gente está mejor formada, la demanda cada vez puede ser más exigente, también va un poco por ahí.

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Se habla de la generación de cristal, de la generación quejumbrosa ¿Le damos ahora más importancia al fracaso? ¿Gestionamos ahora peor el fracaso?

Esto tiene que ver con las pantallas, pero sobre todo con el sistema de crianza. A día de hoy tenemos familias mucho menos extensas, los padres, las madres, no tienen tantos hijos, tienen uno y todas las expectativas están focalizadas ahí. Cada vez somos padres más mayores, muchos de nosotros no sabemos lo que es un niño hasta que somos padres. No queremos reproducir el estilo de crianza que nosotros vivimos, pero tampoco tenemos ni idea de lo que sí que hay que hacer. Tenemos un montón de generaciones a día de hoy criadas sin límites, sin frustraciones, sin tener que resolver sus propios problemas, tenemos jóvenes muy débiles a nivel emocional. 

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En nuestro blog intentamos tratar todos aquellos temas que han quedado en el olvido, incluso aquellos que tuvieron un punto álgido en los medios de comunicación y ahora ni siquiera forman parte de la agenda mediática ¿Cuál es el trasfondo de esta facilidad social de pasar página?

Yo creo que también es multifactorial. Por un lado, vivimos con un altísimo grado de presentismo que se dice, como que solo hay presente y estamos siempre con el piloto automático y con el de emergencia, lo que sale en el momento eso es lo que capta nuestra atención. Tenemos una atención limitada los humanos, y todo aquello que es más saliente o más urgente capta nuestra atención, pero después aparece otro motivo que secuestra la misma. Esto se da mucho hoy en día con la rapidez, todo va muy rápido, todo es vertiginoso, realmente no paran de salir cosas.

Además, hasta cierto punto, nuestra sociedad está bastante disociada – la disociación es un mecanismo de defensa para no sentir el dolor ajeno - y llega un punto en el que nos insensibilizamos, no es que nos deshumanicemos, pero sí nos disociamos.

A esto se le añade la cultura occidentalizada, neoliberal, como la nuestra que es muy egocentrista, es muy "lo mío es lo más importante y el bien común me da igual". Yo creo que esto muchas veces es fuente de infelicidad, yo creo que cuando pienso tanto en mí se me olvida que lo que me hace más feliz es hacer felices a los demás. Esto se nos olvida porque nos enseñan que los demás nos dan igual, entonces claro, hasta que no me caiga a mí la bomba encima pues que sigan cayendo. 

 

Finalmente, ¿Tienes esperanza? ¿Cuál es tu pronóstico para estas nuevas generaciones que han nacido en la inmediatez?

Yo siempre tengo esperanzas, soy una persona muy esperanzada. No hay otra opción, siempre hay que tirar para adelante y tener esperanza. Confío que esto puede ser cíclico, como la economía, en la que hay avances y retrocesos. Yo creo que, en este caso, cuando las cosas se están empezando a poner tan mal, es de estas dificultades que renace el ser humano, que hay revoluciones culturales, que hay revoluciones sociales, que hay cambios realmente. Empezamos a estar mal, empezamos a estar muy mal,  yo imagino que cuando las cosas se pongan insostenibles es cuando habrá un giro. Nos toca evolucionar ya como especie, o hacemos un salto evolutivo ya o nos extinguimos.

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