
James Baldwin: la voz del activismo afroamericano
"Me aterra la apatía moral, la muerte del corazón que está teniendo lugar en mi país"

Nationaal Archief
LAIA RUBIA
Barcelona
No hace más de 70 años las calles de Nueva York ardían por un futuro de igualdad, Estados Unidos era testigo de un resurgir social, de una revolución afroamericana que cesó el silencio para dar paso a una lucha que llegar hasta nuestros días. De la mano de Malcom X, Martin Luther King y Medgar Evens, James Baldwin formó parte de unos años 50 de cambio, convirtiéndose así en uno de los grandes pioneros en la defensa de los derechos LGTBIQ+. En el mes de la historia negra, una de sus grandes voces se abre camino de nuevo a través de su obra, recordando el origen de la revolución y el objetivo de la misma.
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James Arthur Baldwin nació el 2 de agosto de 1924 en Harlem, Nueva York, rodeado de un cristianismo asfixiante que lo llevó a abandonar el barrio con tan solo 20 años. Tras establecer contacto con el mundo exterior, Baldwin empezó a confeccionar una nueva e innovadora mentalidad que le acompañaría el resto de sus días. En una sociedad repleta de prejuicios, determinada por la represión tanto sexual como racial, el escritor encontró su sitio en la capital francesa, donde publicó sus primeras obras. Las tragedias acompañaron su vida profesional y alimentaron el lenguaje poético de un Baldwin reprimido, oculto tras su autodenominado "papel de espectador". Se encargó de criticar la hipocresía que el "sueño americano" escondía, el miedo que denotaba la violencia policial, así como demostró mediante su tono conciliador la esperanza de una lucha social renovadora.
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Su primera obra lo colocó inmediatamente como uno de los principales prosistas del momento, su recopilación de ensayos, Notes of a Native Son, establece una reflexión ante un sistema de relaciones a veces denominado sociedad. El autor se centra en el complejo de la relación entre los blancos y los negros, quiénes, envueltos en una espiral de odio, deben retroalimentarse el uno del otro con tal de mantener el país a flote. De hecho, esta compleja relación refleja la implicación del mismo Baldwin en el estudio del conflicto racial. En unos Estados Unidos de rencor, la víctima ha dado un paso a delante confeccionando un entramado social todavía más complejo y poniendo en riesgo la dinámica autoridad / sumiso que había tenido lugar hasta entonces. Este juego autoritario toma un primer plano en diversas de sus reflexiones, una autoridad personificada por la policía que, a través de la violencia, guía el rebaño careciendo de un compromiso moral imprescindible para el avance social.

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"Todo un estilo de vida, toda una mentalidad que me ha mantenido encerrado en prisión", así se refería Baldwin al blanco, así definía el poeta a una sociedad incapaz de aceptar la diferencia. Con la publicación de Giovanni's Room la controversia ascendió notablemente, ahuyentando al lector más común, al lector de clase media estancado en el prejuicio generalizado. La novela de 1956 se enfrentó a la "vergüenza", miró a los ojos a la imperfección humana; una voz en primera persona se encarga de narrar la relación adúltera de dos hombres en París. Los trazos autobiográficos diluyen la línea divisoria entre la ficción y la realidad. Aun así, el propio Baldwin defendía su obra como un alegato a todas aquellas personas incapaces de amar, a la peligrosidad de las mismas. Alejando el foco de la sexualidad de su protagonista, el autor demostró una normalidad cuanto menos común en su momento, una normalidad que se traduce en legalidad, en tolerancia.
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Sin embargo, fue The fire next time, la llama que encendió a un público consciente de la implicación de Baldwin en el Movimiento por los Derechos Civiles. La pieza ensayística dotada de un tono optimista pasó a formar parte de la biblioteca activista del momento. Destacando las imperfecciones del cometido actual y reforzando la idea de una pugna constante y continua que debía ser capaz de reconstruir los pilares más profundos de la sociedad, el neoyorquino transfirió su esperanza a una futura generación, legó su estudio a un porvenir que pudiera acabar aquello que ellos empezaron.
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El debate pareció ser el punto fuerte de un James Baldwin que, con numerosas piezas publicadas, se caracterizaba de una concreción impecable. Concreción a la hora de comunicarse públicamente, concreción a la hora de hacer fluir las palabras en un folio, pero sobre todo concreción a la hora de definir el complejo social que le rodeaba. Desde los márgenes analizó el mundo y respondió a sus necesidades. Con las entrevistas y sus libros como campo de batalla, fue testigo del renacer de los derechos a la vez que consciente de las limitaciones de una lucha duradera.
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