
La cosmética hacia un futuro libre de experimentación animal
Antonia Coello, ex-responsable de Regulatory Affairs: "No es necesario testar un cosmético en animales para obtener calidad"
LAIA RUBIA
Barcelona
La defensa de la abolición del sufrimiento animal ha estado en el punto de mira desde 1990, décadas han acompañado un vaivén de escándalos de la mano del término Cruelty Free. Un término que se encargó de poner nombre y apellidos a la lucha por una producción libre de experimentaciones que, en la mayoría de los casos, ponen en riesgo el bienestar de sus sujetos.
Con la directiva 2003/15/CE como principal regulador, el objetivo final de un comercio alejado de todo producto cosmético testado en animales toma forma en dos fases, una de ellas entre 2004 y 2009, y la otra en 2013. Así pues, la industria cosmética es la gran afectada y la Unión Europea la principal propulsora. Tras un 2013 de tensiones, el movimiento defensor del animal logró presionar y conseguir la regulación de la práctica experimental. Se prohibió la comercialización de cosméticos testados en animales, en líneas generales parecía que el debate llegaba a su fin. Europa, como pionera, demostraba una posición restrictiva ante la problemática, iniciando una tendencia que se expandiría alrededor del mundo. Estados Unidos, Australia y Colombia, entre muchos otros, adoptaron medidas parecidas en los años que siguieron.
Aun así, la persecución de un futuro sin los animales como sujeto experimental volvió a estar en el punto de mira en un 2018 que llevó la causa al terreno de la política mundial. El pleno del Parlamento Europeo adoptó una resolución en la que pedía la supresión a escala global de los ensayos con animales de la industria cosmética. "El criterio que se aplica actualmente es el que está definido en el Reglamento Europeo (CE) 1223/2009 en su capítulo V, que obliga a sustituir los test en animales por test alternativos", afirma Antonia Coello para En los Márgenes, ex-responsable de Regulatory Affairs en Angelini Beauty. El debate continúa entre un sinfín de voces, de asociaciones a favor de los derechos animales, que ponen en duda la práctica efectiva de estas legislaciones y destacan sus matices, así como sus enrevesadas excepciones.

¿Qué es la experimentación animal?
La experimentación animal se refiere a los procedimientos realizados en animales vivos con el fin de predecir todo un conjunto de reacciones biológicas. El empleo de la misma a la hora de investigar y evaluar la eficacia de nuevos productos de consumo e industriales, como es el caso de los cosméticos, genera controversia, sobre todo en lo que a sus daños físicos y psicológicos se refiere. A menudo, conejos, ratones, perros, gatos, entre otras muchas especies, se someten a pruebas químicas para finalmente prevenir un efecto contrario en el ser humano. "Se estima que más de 115 millones de animales alrededor del mundo se utilizan en laboratorios anualmente", establece Humane Society International.

La especie que se ha utilizado en mayor medida en 2022 vuelve a ser el ratón.
Kylie Anderson
El proceso aislado es simple: "Toda empresa cosmética que fabrique o comercialice cosméticos debe tener un evaluador de seguridad que recopile todos los datos del cosmético en un dosier y firme una declaración de conformidad del cosmético con la legislación europea vigente. Si el cosmético no cumple el evaluador no firma", explica Coello. Los procedimientos normativos encaminados a la seguridad del consumidor son una parte esencial de la comercialización cosmética, el problema recae en este caso en los medios empleados. En su momento, "se hacían test en animales para evaluar la seguridad de los cosméticos, principalmente test de irritación dérmica, irritación ocular etc.". Se trata de un funcionamiento eficaz que, alegan las organizaciones animalistas, prescinde de toda ética y cuestionamiento moral. De hecho, las condiciones de vida de los animales sujetos a esta práctica son un añadido a la definición de la experimentación y su repercusión, mayoritariamente condenados a una vida de encierro, son utilizados a favor del producto.
Con el tiempo, las alternativas impuestas han caído por su propio peso, "por ética y por presión de las asociaciones a favor de los derechos de los animales". Cruelty Free International, una de las organizaciones internacionales líderes, perpetúa su protesta con afirmaciones que ponen en duda y conciencian en aquello que definen como un proceso cruel hacia el sufrimiento y la muerte. De la mano de la política y los medios de comunicación, engloban la gran pretensión de distintas asociaciones locales y nacionales a la hora de conseguir "crear un mundo donde nadie quiera o crea que es necesario experimentar con animales".
"No es necesario testar un cosmético en animales para obtener calidad", ya que "para evaluar la seguridad y la eficacia del cosmético se puede hacer test in vivo en voluntarios humanos (cobran por hacerlo) y con test in vitro con epidermis humana reconstituida, epitelio gingival humano, membrana de huevo de gallina, córneas procedentes de conejos... aunque algunos son muy caros". Las alternativas se imponen facilitando el funcionamiento protocolario, si bien es cierto que las mismas no han llegado a sustituir de manera absoluta la práctica experimental. "Existen empresas especializadas en test alternativos -in vivo con voluntarios humanos y test in vitro- para demostrar la seguridad de los cosméticos -no irritante por ejemplo- y su eficacia " destaca la ex-responsable.

A lo largo del año 2022 el número de usos de animales disminuyó con respecto a 2021 en algo más de 166.000 usos según el Informe sobre usos de animales en experimentación y otros fines científicos, incluyendo la docencia. Por otro lado, en lo que al campo de la cosmética se refiere, Europa tiene vetada la experimentación animal en productos e ingredientes, así como su comercialización. Las normativas consideran sujetos con derecho a ser protegidos aquellos animales que presenten sistemas de percepción del dolor. Sin embargo, el paso de la teoría a la práctica es el punto de inflexión en este entramado, ya que dichas normativas no impiden la comercialización de productos testados provenientes de fuera, cuentan con un vacío que permite la entrada de estos mismos productos. Es decir, las normas quedan fuera del alcance de todo un conjunto de países que perpetúan los test en animales.
Aunque el proceso se está tornando dolorosamente lento y protocolario, las exigencias fomentan un avance hacia un futuro aislado de un sufrimiento innecesario. Hace tan solo unos meses entró en vigor la nueva Ley de Bienestar Animal, la cual, aun estando alejada de la concreta causa contra la crueldad animal en la cosmética, adopta normas más estrictas para los propietarios de mascotas y demuestra una sensibilización cada vez mayor hacia todas aquellas especies con las que convivimos a diario.